Cada vez que Lucrecia Martel estrena una película genera expectativas. Algo cambia en el que mira, algo se descoloca, algo que estaba ahí, y no había sido visto, irrumpe.
Recientemente su documental Nuestra Tierra ganó el premio a la mejor película en el Festival de Cine de Londres, luego del gran suceso que había obtenido en el Festival de Venecia.
Cuando Martel habla, sus palabras apuntan directamente a romper el prejuicio. Aquello que nunca había sido cuestionado se pone en duda.
En una reciente charla magistral en New York la directora salteña volvió a mostrar su lucidez: “El cine que a mí me interesa es el que la estructura narrativa no surge como una imposición previa, sino el que surge de la observación y del análisis lo más detallado que a uno le permita su inteligencia, su educación, su sensibilidad. una observación de lo que nos rodea”.
De forma pausada, dando lugar a la traducción, las palabras fueron conformando un mapa conceptual de sus ideas fundamentales.
“La materia sonora que generan los humanos no es tan significativa por lo que las palabras significan en esa organización del lenguaje sino toda la información que está oculta en el tono, la melodía, el ritmo y todos los accidente del sonido que nos proporcionan casi más información que el sentido de las palabras” dijo Martel reafirmando la importancia que le otorga al sonido en sus películas.
Sobre el final, con inconfundible emoción, afirmó: “No hagamos cine ni obras de teatro para decorar la casa de los ricos, no le llenemos las horas a la gente que manda para que se divierta, no les resolvamos el insomnio a las personas del bien, a la gente bien, a la gente que cree que es la buena, no trabajemos para eso. Sepan que el sentido de nuestro trabajo está unido al destino de los pueblos”.
MIto Mauro