Todo está hecho de fragmentos, ¿acaso la vida no está hecha de fragmentos? O mejor, de fragmentos no: de dosis, de dosis está hecha la vida o al menos la vida moderna. Y aquí estamos, entonces: de dosis está hecha Clima, una novela sin dudas moderna o más que moderna, contemporánea, esa es la palabra: de dosis está hecha Clima, la novela contemporánea. Gran cápsula del tiempo. Blister de siglo XXI. En casi doscientas páginas, Jenny Offill recorre algunas de las preocupaciones más urticantes del hombres y mujeres urbanas, corazón de wifi, café de Starbucks por mano: el fin del mundo llegó hace rato, ¿no lo ves?
O va a llegar. Mejor así: va a llegar. Porque la novela trabaja (quizá como la realidad) con la lógica borgeana del hecho estético: la revelación nunca se produce. El mundo no se quema, pero se quemará; el mundo no se inunda, pero se inundará; el sistema no cae, pero caerá; no estamos locos, pero estaremos; vivimos, pero tenemos que aprender a sobrevivir. Y mientras tanto… Esa es la cuestión, la gran cuestión, lo que subyace. El mientras tanto: como vivimos mientras vamos hacia el abismo. Tal vez como Lizzie. Tenemos nuestro trabajo -ella, bibliotecaria-. Tenemos nuestras parejas, nuestros hijos, tememos por su futuro, creemos que la catástrofe nos necesitará aptos, ¿no sería bueno enviarlos a aprender un tercer idioma? Y que sepan qué comer en situaciones extremas, ¿sabías que con una lata de atún y una mecha podés tener dos horas de luz y que incluso después de eso el atún va a seguir siendo comestible? Increíble. Increíble como que la vida siga después de la catástrofe, que, sin embargo, ¿ya ocurrió o está por ocurrir?
Así se suceden las preguntas. Una atrás de otra. Como una dosis, como una rutina -toda dosis es una rutina, toda rutina es una dosis-. En pequeños párrafos, que son disparadores, pero también son rastros. La historia se construye siguiendo las huellas de ese futuro escrito con perspicacia y buen gusto, con gracia y al calor del trumpismo.
En un pasaje del texto, un experto da una conferencia con algunos consejos para afrontar desastres. “Sobreviven los que se atreven a moverse”, dice. Y como una buena alumna de sus palabras, Offill propone un texto migratorio: una literatura sobreviviente.
Patricio Cerminaro