Hay personas que pasan y solo pasan. Hacen su pasaje por una ciudad y no dejan demasiadas huellas. Hay otras, las menos, que dejan en su pasaje por un tiempo y lugar algo que merece ser recordado. Situaciones, hechos o acontecimientos a veces notables y otras no, pero que están ahí, latentes, expectantes ante una mirada que los saque a la luz. 

Diego Tatián es Doctor en Filosofía. Y es cordobés. Esas dos vertientes se unen en “Libro de los pasajes”. 

Tatián habla de pasajes en términos de paso y en términos de lugar donde pasaron hechos. Habla de cómo narrar un fragmento de la historia de algunos personajes que pasaron, de alguna forma, por la Ciudad.

Como un arqueólogo, Tatián encuentra historias escondidas y construye ventinueve relatos cortos, llenos de referencias históricas, muchas de ellas escondidas, a las que ayuda a descubrir.

 “Tal vez el arte de vivir consiste en aprender a perderlo que de un modo u otro, perderemos inexorablemente” Así comienza el relato “Historia de una calumnia”, la historia de Bialet Massé, un médico español que llegó a Córdoba persiguiendo un sueño que en realidad era de otro. De su recuerdo quedó en pueblo y una calle. En esa calle vivió Manuel de Falla, quien murió precisamente en Córdoba y a quien está dedicado otro relato. El compositor español luego de cuatro conciertos en el Colón recala en Córdoba hasta los días de su muerte.

También Baruch Spinoza pasó por Córdoba. Cómo no iba pasar Spinoza si el que escribe es Tatián. Claro que quien pasó por la docta fue Spinoza en forma de estatua. Spinoza que murió en La Haya en 1677 “reapareció” en Córdoba en 1880.  

Los pasajes se unen, las historias se entrelazan en una Ciudad, que, como todas esconden algo. La perspectiva y el pensamiento de Tatián ayudan a mirar una Docta desconocida. 

Guillermo Cerminaro