*31#, una experiencia teatral alternativa

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Martín Kohan escribió, hace unas semanas, que “el cuerpo es cuerpo con otros”. En el universo de la escena (y en los demás, también), el aislamiento social minimizó el contacto y puso la ausencia en primer plano. A partir de su propuesta de una “experiencia teatral telefónica”, tres jóvenes teatristas se preguntan: ¿es posible un encuentro a la distancia?

Un fósforo se prende en la oscuridad. Dos miradas desprevenidas se cruzan. Una mano roza accidentalmente a otra en el subte. La temporalidad contenida en un instante onomatopéyico. En el teatro, lo mismo: un acontecimiento efímero y sin igual se produce en el encuentro de dos cuerpos en un mismo tiempo y espacio. Actor y espectador se saben partícipes de un pacto secreto y lo sostienen hasta que termina la función. Pero, así como en el teatro hay intimidad, también hay distancia, un componente fundamental a la hora de mirar. Me posiciono y cada segundo es ocasión para hacer un recorte distinto y edificar un nuevo punto de vista. De mi butaca al escenario, una infinidad de posibilidades. 

Si me lo hubiesen dicho hace un tiempo, no lo habría creído: hace tres meses ya que toda reunión de cuerpos está maldita, mutilada. No más personas de casi dos metros en la butaca de adelante, no más teléfonos sonando en el medio de la obra, no más piel de gallina con parlamentos colosales, no más ganas de bailar cuando en escena hay una fiesta. Si antes disfrutábamos (y, por qué no también, padecíamos) nuestra ubicación en la sala, ahora no tenemos siquiera la opción de sacar una entrada y someternos a lo indescifrable del teatro. El aislamiento social obligatorio detuvo un movimiento que luego, a la manera un boomerang, se disparó metamorfoseado por toda la virtualidad. Una lista interminable de registros audiovisuales de obras subidos a YouTube y propuestas novedosas de teatro por Zoom se ubican a un click de distancia. Pausar, retroceder, cerrar la pestaña, seguir espectando dentro de tres días: todo es consumo y posibilidad en este conjunto infinito de ceros y unos. Sin embargo, una ecuación desgarradora reduce al mínimo las unidades de estas circunstancias: si no hay convivio, no hay teatro. Con las fronteras más presentes que nunca, ¿es posible pensar una alternativa?

Pocas semanas después del anuncio de la cuarentena en Argentina, Max Suen, Naomi Stein y Almudena González, jóvenes teatristas, se hacían la misma pregunta frente al deslizamiento infinito de las pantallas. “No podemos hacer de cuenta que el teatro sigue intacto”, afirma Naomi. Consciente del distanciamiento inexorable que impone la pandemia, este grupo de artistas se puso al hombro la tarea de pensar un dispositivo que diera lugar a una experiencia “teatral”. ¿Los ingredientes fundamentales? El vivo y el acto dedicado. Del deseo y la necesidad de seguir actuando, surge *31#, un proyecto telefónico de tres piezas compuestas especialmente: “Aparezco porque te extraño”, “Inducir el sueño” y “Shmooze”. Funciona de la siguiente manera: luego de reservar nuestra entrada (a la gorra virtual), recibimos una llamada de un número desconocido el día pautado. Ya no espectadores sino oyentes-participadores, asistimos a la creación de mundos melancólicos, reflexivos, paralizadores, que en quince minutos ya se habrán desvanecido en el aire. El “uno a uno” es vertiginoso, sí, pero es justamente este riesgo el aspecto vital del teatro al que apela decididamente esta propuesta. A diferencia de lo que sucede en las reproducciones, aquí cualquier gesto vulnera, potencialmente, el hecho artístico. Aun en un dispositivo anónimo en el que gobierna el plano auditivo, los actuantes quedan expuestos a cualquier cosa que suceda del otro lado del teléfono en el tiempo limitado del encuentro. Continúa Naomi: “Cada uno de los llamados es cien por ciento distinto, ya que el oyente tiene la posibilidad de conversar, lo cual indefectiblemente modifica el texto y reconduce el sentido.”

*31# es, innegablemente, una invitación a suspender los estímulos avasallantes y vacuos de la pantalla y entregarse al cuerpo envolvente del sonido. Una voz pronuncia mi nombre, reconstruye nuestro vínculo a través de un mar de escenas y me lleva inmediatamente a imaginar quién está del otro lado. Como el plano de la visualidad no tiene lugar en esta experiencia, el texto y el sonido funcionan como las principales herramientas para la creación de ese mundo ficcional. Pero son apenas puntos de partida: toda palabra entonada nos abre la posibilidad de crear lo que deseemos en nuestra imaginación porque, como indican sus creadores, “los sentidos están abiertos”. 

Podés leer sobre las obras de *31# y reservar tu entrada acá: http://www.alternativateatral.com/evento2237-31

Milena Rivas