Andrea Prodan es, sencillamente, un ser encantador. Y este no es un adjetivo vacío: es la sencilla descripción de lo que ocurre cuando se lo escucha hablar. Cuando se leen sus palabras. Porque con gran sensibilidad artística ha logrado crear, hace ya 15 años, Romapagana, una banda con nervio punk que acaba de desembarcar de un viaje inspirador por Italia. Ahora, en un momento de plena inspiración y conexión artística, Andrea habla sobre su experiencia en su tierra natal, la necesidad de sacar el oído de la industria y poner la mente en la creación y sus deseos de viajar a China, el lugar en el que nacieron su madre y sus hermanas, para dar el próximo gran paso de su banda.
¿Cómo fue la experiencia personal de tocar en Roma, el lugar en el que naciste?
Volver a mis pagos con una banda de músicos/amigos argentinos no solo cierra un ciclo, sino que casi confirma que los milagros existen. El nombre de la banda, Romapagana, nació en mi mente tras una visión de la película ‘Calígula’, y gracias a un joven bohemio yankee que alquilaba un cuarto a mi lado en una vieja casona de Barracas, ahí por el 2004. Me quería convencer que no era una peli porno, sino un estudio agudo y despiadado sobre El Poder y como eso corrompe a todos. La banda ya existía, veníamos juntándonos para tocar dos veces por semana, juntando temas míos y creando nuevos. No teníamos nombre y era hora de enfrentar un público. Este nombre me hizo ‘clic’. Y ahora, catorce años después, nos encontramos en Roma tocando. Trump es el Nerón de nuestra era, y su enemigo es Pancho el Argento, con sede en Roma. Todo cambia y todo se repite, con variaciones. Poder dar a conocer a Rojo, Diego, Christian y a mi formula de rock preñado de energía punk, pero algo más personal y trabajado, a mis amigos, conocidos, y a un montón de desconocidos en mi país fue un desafío y, gracias a Dios, un ‘flash’. Lo que más gracia me dio es que más de uno mencionó nuestra gran ‘profesionalidad’, cuando es una palabra que no nos pertenece. Al igual que ‘productora’, ‘discográfica’ o ‘manager’. Sí, fuimos Contundentes. Y creo, auténticos. En Italia, como en casi todos lados, la industria ha hecho estragos. La verdadera linfa vital del rock puro ha sido estrangulada. Callada. Así que notar que un público italiano se entusiasme en serio, frente a una banda desconocida, sin promoción previa y además proveniente de un país que, en su imaginario, solo provee tango o folclore, fue, para mi, algo fantástico. Estoy cumpliendo un sueño. Los tanos son muy sensibles al buen rock. Fueron los primeros en apreciar a Pink Floyd, a Genesis, a The Ramones, ¿Cómo no van a captar la onda de Romapagana?
¿Qué ciudades tocó la gira de Romapagana? ¿Cómo fueron recibidos?
La nuestra no fue una gira. Lo nuestro fue un regalo que nos hicimos tras 15 años de amistad y música. De paso, para darle aún más sentido, quisimos tocar. Puse en movimiento una energía que tiene que ver con amigos creativos y generosos, sea acá en Argentina o en Italia. Utilicé mis viajes precedentes para plantar semillas. Fui al funeral de mi madre. Falleció mi hermana también, pero no fueron viajes de sola tristeza. Hubo alegría, intensidad, compasión y proyectos. Gabriel Zagni, amigo y músico, artista todoterreno, y testigo de los otros Andreas que soy (no solo el rockero, sino el músico más ‘intimo’, el improvisador, el actor) fue preparando el terreno en Roma. En Bologna otro gran amigo, Luigi, me contactó con ‘Bruja’ Leal, un Argentino radicado ahí. Resultó ser un nexo con la movida musical y multicomunitaria en Bologna. Armó una fecha maravillosa ahí. El último día, con los ojos en lágrimas, subió la manga de su camisa y me enseñó su brazo. Tenía a Luca tatuado ahí, ¡desde el ’98! Estas cosas no tienen precio, ¿viste? Para mí el momento más gratificante fue después de tocar en Bologna. Los increíbles músicos del Senegal que tocaron antes de nosotros salieron a bailar, eufóricos, en pleno show de Romapagana. Al término nos abrazaron, riendo y felices como niños. Nuestra energía, especialmente el ‘powerhouse’ rítmico de Christian y Diego, los estimuló.
¿Cómo ves la escena del rock de Italia en particular y la de Europa en general?
Luca, a mis preguntas de “qué escuchás ahora de Europa” me contestaba: “Ahora que tengo mi banda, mucha bola ya no le doy a lo que hacen los otros, en Europa, USA o acá”. Lo comprendo. Es así. Si esperás deslumbrarte con algo que te enchufa la industria discográfica, podés pasar una vida sin satisfacción. Más hoy en día. Escucho cosas variadas, descubro cosas solo o a través de amigos, vuelvo a escuchar joyas del pasado. Pero prefiero crear.
¿Cuáles son los próximos pasos de Romapagana? ¿Y los tuyos en las distintas ramas del arte en las que incursionás?
El viaje músico-cultural a Europa nos dio nueva vida. Vigor. Romapagana empieza su nueva etapa. Yo grabo cosas en mi casa en Traslasierra. Le doy una voz a otros yo. Estoy muy inspirado hace varios meses. Además he conocido gente de cine / teatro y literatura que me permiten un ping-pong de ideas extremadamente rico. Estoy en un proyecto de teatro fascinante. Y sigo gozando de ser padre y de vivir en Traslasierra.
China me llama. ¿Mi próximo sueño? Tocar en Beijing y Shanghai. Mi madre y hermanas nacieron ahí. Mi padre vivió 30 años en Pekín. Romapagana pisará suelo Chino. Espero pisar la casa que Mao secuestró a mi familia. Creo en ‘cerrar cíclos’. Qué mejor que el rock para ser embajador.
Guillermo Cerminaro