No me acuerdo dónde, pero seguramente en sus diarios, Piglia dijo alguna vez que el estilo es la convicción de tener un estilo. Lo que es como decir que la genética se puede autodeterminar, cosa que, vista con cierta perspectiva, probablemente sea cierto. La frase, por lo demás, suena bonita, y eso debería ser suficiente, pero a la vez no, no lo es, porque da la sensación más bien de que el estilo es la convicción que tienen los demás sobre lo que sos. Voy a forzar los elementos, como un científico: sucede con Christopher Nolan y su reciente obra megalómana (aunque qué película de él no lo es), y sucede con el nuevo disco de Él Mató a Un Policía Motorizado, que en rigor de la verdad apareció antes, en otra escala: lo común es mirar al golpe de vista y ver lo que ya desde hace un año atrás podríamos haber adivinado. En uno: la manipulación del tiempo. En otro: la manipulación del estado de ánimo. Dicho así parece un manual vago para narradores recién llegados, y lo es (¿no es eso el estilo?), pero al mismo tiempo: funciona. A golpe de vista Nolan hizo otra vez la misma película, igual que Él Mató hizo el mismo disco, y sin embargo debe haber algo -lo digo como un científico hipotetiza- que las haga distintas. Qué me importan los tonos y los planos. La banda de sonido, la madurez del sonido, los recursos técnicos, la emoción: todo eso es distinto, es obvio que es distinto, mucho de eso casi que es distinto la primera, la segunda, la tercera vez que escucho el disco, la cuarta, la quinta, la sexta vez que, si soy un loco, voy al cine a ver Oppenheimer: no. De lo que hablo es del estilo: la séptima vez que me enfrente a ellos, o la octava, tal vez, lo que tengo que encontrar es qué hace de la cosa, la cosa, cuál es la convicción de Nolan sobre sí mismo, o de Santiago Motorizado, lo mismo da: dónde está, que no lo veo, el estilo, que parece estar hecho de lo que ellos no saben de sí mismos, pero creen saber, de lo que yo no sé pero estoy convencido que sé. Pensaba una cosa, probablemente equivocada: que no es distinto lo que siente un científico cuando divide el átomo que lo que siente un músico cuando canta por primera vez una melodía que soñó. En el momento de la revelación, estoy hablando. Sería muy estúpido decir que sus implicancias son las mismas, y no quiero probar cuán estúpido soy. Pero sí es verdad que los dos están ahí para lo mismo: viven para ese segundo. A lo mejor el estilo sea eso: la convicción de que hay algo verdadero, y que sea como sea -porque lo configuré en insomnio, porque se me apareció una mañana después de buscarlo por años-, es mío. Aunque bien leído, exactamente eso, pero más corto y mejor, es lo que dijo Piglia.
Natalio Vallejo