Martín habla. Martín ríe. Martín ignora al eterno rival, al que no nombra. Contesta todo lo que le preguntan y las respuestas generan otras preguntas en una audiencia ávida. Martín está parado en la puerta de la cancha de Boca. Allí nos esperó. En su casa. Como un generoso anfitrión nos cuenta de los murales de las paredes de la cancha, de cómo agachándose por un agujerito puede verse el césped, del lugar que ocupa en cada partido.
Martín es Kohan, una de los más notables escritores argentinos, un pensador de los más profundos. Sin embargo en la cancha pone entre paréntesis esa facultad y lo que le interesa es “que Advíncula no quede enganchado y deje habilitado al atacante rival”.
Todo ocurre en al marco del Festival de Caminatas. Poco menos una hora antes del encuentro con Martín Kohan, quienes caminamos nos encontramos en la esquina de Suárez y Patricios.
Desde nuestros auriculares, la voz de Martín nos guía hacia la cancha.
Son seis paradas, que hacemos imitando el camino que él hace cada vez que va a ver a Boca. Experimentamos su ritual, su acontecimiento.
Es reflexivo en su guía, pero también es emocional. Nos cuenta que del barrio conoce solo las calles que recorre los días en los que juega Boca. Esos días, nos dice, ”soy más expansivo, soy más desenvuelto, soy menos atinado, soy más acentuado, soy más inestable”.
Nos habla de los trapitos, del cacheo de la policía. Los hace con compromiso, con agudeza. La voz de Martín cuenta cómo es el momento de la aparición: “entre las casa bajas y precarias, en un espacio que se despeja por una vías de tren ya en desuso, de repente se la ve. Refulgente, esplendorosa, sagrada, imponente bella. Promesa sabida, pero sorprendente. Una y otra vez sorprendente. Una y otra vez conmovedora, de entre el barrio y hacia lo alto, un poco más elevada que el cielo, ella, el lugar amado. Ella, de donde somos. Ella, mitológica y real. Ella por fin. La Bombonera”.
De regreso de la cancha al punto de partida, caminamos con él. Las preguntas siguen. Habla de lo caro que es comer en la cancha, de su ídolo, el “Loco” Gatti, del día que no se animaba a hablarle a Riquelme, de Maradona, del gol de Benetti en el año 92.
Ya al final deja una reflexión: “La pasión puede tener que ver con el dolor. De hecho la pasión viene de pathos y de pathos viene también padecimiento. En el fútbol y no solo en el fútbol, tiene que ver con las formas, las experiencias y las vivencias de más plena felicidad, pero la pasión tiene que ver con el padecimiento. Las dos cosas van juntas, porque al mismo tiempo si no hay una forma de dolor en el horizonte, la felicidad que se puede llegar a tener no es lo misma. En el futbol, eso es clarísimo. Si venís a la cancha y no sabes que podés llegar a perder, si ese factor no estuviera en juego, por improbable que sea, el disfrute de ganar no sería lo que es”.
Dos horas y media después del inicio termina el encuentro. Martín se pierde en su bicicleta por las calles de la Boca. Al otro día, se despertará pensando que juega Boca. Una vez más, hará el camino que todos hicimos para vivir un nuevo acontecimiento.
Guillermo Cerminaro
Martín Kohan participó del Festival de Caminatas, organizado por Urbanismo Vivo, con su relato “Hoy Juega Boca”