Un festival para desacralizar a Borges

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El pasado fin de semana se llevó a cabo la cuarta edición del BorgesPalooza, que cumplió con lo prometido a quienes asistieron al Centro Cultural San Martín: en las dos jornadas se “borgeó” con creces.

Daniel Mecca, el organizador del Festival, suele decir que la idea es desacralizar a Borges. Sin bajar nunca el nivel de profundidad, se logró la meta deseada.

Luis Chitarroni dio el puntapié inicial en una charla en la que el disparador (la eternidad efímera del instante) tomó derivas inesperadas. A él lo siguieron Claudia Fernández Speier, Gonzalo Aguilar, Elsa Ducraroff  y Luciano Lutereau. Fue en ese momento en el que la sala explotó. El cierre de la primera jornada estuvo a cargo de Juan Sklar y Silivia Iparraguirre.

El domingo abrió Annick Louis, a la que siguieron Judith Podlubne, Ana María Shua, Peto Menahem, Jorge Fondebrider y Luis Guzmán

Quizá el momento de mayor desacralización de Borges estuvo a cargo de Peto Menahem que, en un contrapunto memorable con Mecca, contó historias -algunas conocidas y otras no tanto- de la faceta humorística del escritor, poniendo en evidencia los trucos borgeanos. Peto habló del humor como ”una herramienta “ y de la necesidad de que se produzca siempre en un contexto, para culminar con una frase que cualquier filósofo contemporáneo le envidaría: “yo no sé si hay algo parecido a la verdad, pero si existe es el contexto”.

“Para mí todo es contexto, para mi twitter es el anticontexto”, respondió rápido de reflejos cuando Mecca le preguntó si era twitero.

Menahem resultó incontenible en su movilidad también. Pocos segundos antes de comenzar, se levantó de su silla y dijo: “disculpen tengo que ir al baño”. En otro momento se paró delante del escritorio para invitar a Mecca a hacer lo mismo e incluso le llevó el micrófono a Jorge Fondebrider (que estaba entre el público antes de su participación) para que contara una anécdota.

Con los múltiples enfoques de los trece expositores y cientos de personas presentes se abordó el inacabado mundo de Borges, ese que cada vez que se habla de él se completa un poco más aunque se tenga la certeza de que mucho tiene que ver con el infinito.

Guillermo Cerminaro