Cuando se estrena cualquier precuela, la pregunta se impone: ¿era necesario?
Eso es lo primero que debe haber pensado los seguidores de los libros de Tolkien o de los films de Peter Jackson.
Las noticias previas hablaban no solo de un precuela referida a sucesos que ocurrieron miles de años antes que los ya conocidos, sino que existía un cambio cualitativo fiel a los tiempos modernos: El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder iba a ser una serie y no una trilogía de films como había pasado anteriormente.
Las imágenes y el pulso de la historia de aquellas películas de Peter Jackson resultaban una vara demasiado alta para ser saltada sin dificultad.
Con apenas un puñado de capítulos estrenados, y más allá de la polémica que naturalmente se presumía que iba a ocurrir en torno a algunos personajes y al espíritu de lo que escribiera Tolkien, algo queda en evidencia: el nivel de producción y la belleza de las imágenes parecen garantizadas.
Los anillos del poder cuenta lo ocurrido en la Segunda Edad de la Tierra Media y realza la figura de Galadriel, la valiente elfa que emprende su viaje para enfrentarse a Sauron, el sucesor de Morgoth como Señor Oscuro, quien causara la muerte de su hermano Finrod.
En las sucesivas escenas de dos los primeros capítulos se van desplegando la historia de los personajes del universo imaginario que pertenecen a las distintas razas concebidas por Tolkien y eso seguirá ocurriendo en las próximas entregas.
La pregunta inicial sobre la necesidad queda pendiente, aunque el cuidado artístico hace vislumbrar que necesaria o no, en un tiempo en que muchas series que dejan poco lugar a la imaginación, quizá estemos en presencia de una excepción.