Los que vuelven: el temor en la selva misionera

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Un clima sofocante y húmedo rodea a Julia (María Soldi) que, con un bebé en brazos, implora a la Iguazú que le regresen a su hijo. Ya el prólogo había advertido: “La Iguazú. La madre del día y de la noche. Sabemos que invocarla está prohibido y romper ese pacto trae consecuencias.”

Así comienza Los que vuelven, dirigida por Laura Carabé, con una advertencia. Todo lo que acontece es comprendido, entonces, como una respuesta por parte de la tierra, del agua, de la naturaleza ante la desobediencia humana y terrateniente. Dividida en tres capítulos (“La pesadilla de Julia”, “El secreto de Kerana” y “Los que vuelven”) la película transcurre en Misiones a principios del siglo XX y sigue de cerca la vida de Julia y Mariano (Alberto Ajaka) quienes conforman una familia terrateniente, con dos trabajadoras domésticas a su cargo: Yasi y Kerana (madre e hija)

El terror y el suspenso están dictaminados desde el principio. Con un relato fragmentado y una temporalidad resquebrajada, Los que vuelven retrata el regreso de hombres y mujeres que agujerean la aparente tranquilidad de la familia burguesa. Rostros con ojos completamente negros, ropas deshilachadas, bocas que murmuran y pareciera que conjuraran irrumpen en el hogar para desestabilizar, para desencajar a lxs protagonistas. Aún a pesar de las súplicas de El Padre (Javier Drolas) que lxs considera poseídxs o de los azotes de Mariano, esxs que vuelven no mueren ni callan. Persisten. Esta persistencia puede verse en la escena en la cual Mariano le dispara al primero que vuelve (Cristian Salguero) y éste, al caer, se mimetiza con la tierra al punto de perderse en ella, en una especie de siembra. El cuerpo que cae se enraiza para volver a surgir de esa misma tierra.

El conflicto entre lxs originarixs y los terratenientes es uno de los motores de la narración, trabajado desde el clima terrorífico y ominoso. A su vez, el entramado sociopolítico está presente en la vida cotidiana. Julia sostiene un vínculo fuerte y complejo con Kerana, quien la acompaña y cuida. Yasi y Kerana se hablan en guaraní, gestando un lazo identitario que ni el Señor ni la Señora pueden quebrar.

Por otra parte, el regreso está expuesto tanto desde la narración como desde el tratamiento visual y sonoro. Las imágenes del comienzo, con Julia y Manuel jugando o andando en carroza se repiten en medio del filme, desde otros puntos de vista. Sonidos y voces que pertenecían al fuera de campo retornan para mostrar la fuente. Algunos diálogos que fueron mostrados vuelven en forma de recuerdo, de resonancia.

El paisaje asfixiante, húmedo y caluroso acompaña a esos cuerpos que parecieran ser absorbidos por la selva mientras buscan a la Iguazú o se persiguen entre ellxs. Además, los planos generales de los árboles y cascadas dan cuenta de lo inabarcable y pavoroso de la naturaleza y pone en perspectiva a todos esos hombres que se jactan de ser dueños de todo el yerbatal. El miedo lxs persigue porque saben lo que hicieron y la Iguazú promete consecuencias.

Francisca Pérez Lence