Lina de Lima: lo inasible

Browse By

Soy una cabina de internet, estoy esperando que entres en línea…Quiero verte por internet, por internet te digo que te amo. Con esta canción, termina el film de María Paz González, mientras se suceden los créditos.

Lina de Lima es inasible. Experimenta tanto en el plano narrativo como en el estético. Es una hibridación de géneros y de sentidos. Por un lado, la historia con su linealidad: Lina, trabajadora doméstica de una casa de clase alta chilena. Lina, quien vive en una pensión con camas cuchetas. Lina, madre de Junior, exesposa de un hombre que nunca se nombra, hija de una madre anónima también. Pero por otro lado, el hueco, el intersticio, la pausa. Hay en la película seis momentos de interrupción, de posibilidad: Lina fantasea, y el film se convierte en un musical, con toda la estética de los videoclips. Ropas brillantes, lentejuelas, ornamentos, brillos, bailarines, instrumentos. Todo en ese lugar intruso, que interrumpe la monotonía para proponer otra cosa, para comentar lo que viene sucediendo en la historia, para describirnos la multiplicidad de este personaje.

Cerraste la puerta y me dijiste adiós… la distancia nuestras lágrimas secó… con un vestido plateado y luces de colores que le resaltan el rostro, le canta a su madre, lejos. La historia de una mujer que decidió/tuvo (no podemos afirmar ni la una ni la otra) que irse de su país, Perú. Un dolor, una tristeza relatada desde la tranquilidad porque Lina no es un personaje desgarrado, Lina pasa por los espacios como alguien que toca una burbuja en el aire. Su estadía es efímera.

Ocupa espacios, tanto física como emocionalmente, de una forma distante. Se apropia de ellos pero no los hace suyos. Porque el film nos muestra esa incerteza, esa lejanía en un sentido completo. En el plano físico, transita por una casa en remodelación, que es de sus empleadores. Allí se acuesta con hombres que conoce por internet, sobre el colchón todavía envuelto, toma sol en la arena que se juntó en los arreglos, se moja con la regadera del jardín. Todo en el espacio la expulsa de alguna manera. Todo está haciéndose, a medio terminar. Ella se vincula fuertemente con ese estar haciéndose, está descripta con el carácter de quien acaba de llegar pero ya tiene que irse, en ese medio entre micro y micro. A pesar de habitar esos espacios, pone una distancia con ellos. Está cómoda en los boliches, en bares, en esos espacios habitados por todxs pero que no pertenecen a nadie en particular, que son de tránsito. Lina pasa dejando una estela que se confunde con la de los demás. Nada que llame poderosamente la atención en su rutina.

La distancia la establece también con quienes la rodean. Vinculándose a través de pantallas (qué irónico pensarlo en aislamiento, cuánto de esa pretendida cercanía nos aleja de lxs otrxs), con su celular encima la mayoría del tiempo, va incomunicándose cada vez más con su hijo y su madre. La (in)comunicación es uno de los tópicos abordados en el film. Mientras llama al hijo por Skype, él atiende una llamada por celular y, con la cámara todavía prendida, la deja hablando sola. Ella llora frente a la pantalla. Me pregunto qué hago yo en estas tierras…mis raíces se me enrollan en el cuerpo… se me parte el corazón comenta una de las canciones, con unas luces rojas y azules sobre lxs cantantes, en una propuesta similar a la del coro griego, observando, abriendo sentidos, comentando/adelantando las acciones.

A su vez, cuida a Clara (hija de sus empleadorxs), quien cumple un rol similar al de una hija pero escurriéndose de esa categoría. Lina no es su madre, tampoco su amiga, pero se quieren, pasan tiempo juntas. Es otra cosa, indefinible, un poco como ella en este país ajeno, en estos vínculos ajenos. Y allí la volvemos a ver cómoda.

Pero Lina en un momento decide develar su historia. ¿Y a quién se la cuenta? A Mauricio, un compañero de pensión que no habla castellano y que la observa perplejo mientras ella va despellejando su matrimonio, sus proyectos, su madre, su país. Y Mauricio asiente, y comenta, ella llora. Después se abrazan, bailan, y tienen sexo. ¿Es la contrapropuesta a la incomunicación? ¿Qué categoría tienen las palabras en estas relaciones? ¿El diálogo está en poner los cuerpos a disposición de lxs otrxs, para que enraícen sentidos que de otra manera estarían anulados? Hazme lo que quieras para que se vaya este dolor…este cuerpo que yo tengo va contra mi razón…no me importa lo que digan, sólo quiero tenerte para mí y gozarte cada día más y más…

Como bien dijimos, el film es inasible y a su alrededor pueden bocetarse algunas intuiciones, quizás algunos acercamientos pero ni remotamente podemos cerrar sus sentidos. El juego audiovisual, con las distintas estéticas musicales y de videoclips, la paleta de colores que se esgrime en contraposición a la monotonía urbana, los cantos como contrafrente de los diálogos insulsos de la vida cotidiana construyen una película deliciosa de ver, que observa de forma perspicaz la experiencia inmigratoria, el desarraigo, la tristeza y los deja allí, indeterminados, sin caer en generalización vacuas y estereotipadas. Otra vida quiero darme… ellos me aman, ellos me esperan. Otra manera de narrar y jugar con lo audiovisual nos propone María Paz González, otra vida de ficciones… nosotrxs esperamos.

Francisca Pérez Lence