No es un secreto que en las últimas décadas la radio se ha transformado. No solo porque ahora, en la mayoría de los casos, se puede ver por streaming – lo que da por tierra con el misterio- sino también por la forma de comunicar. Por cierto, hoy casi todo está disponible para ser escuchado cuando se quiera.
Vorterix, de la mano de Mario Pergolini, fue vanguardista en lo incorporar la imagen (y lo sigue siendo). El mismo Pergolini, que en el año 1992, cuando hacía Malas Companías en la Rock and Pop anunció la muerte de Phil Collins.
En esa misma emisora, Radio Bangkok era el reino del engaño, porque no se veía que pasaba ahí adentro.
Hoy los conductores de cualquier radio que apunte a un público de mediana edad -jóvenes que escuchan radio son una rara avis- suelen contar, al igual que en redes, sus vidas en detalle. Si le gusta la milanesa con papas fritas, qué auto tienen o a qué colegio van los hijos. El misterio ha muerto hace rato.
Justamente hoy, que se ha banalizado la palabra mágico, de la radio- que sí tenía su magia- nada más queda de ese atributo.
Eduardo Aliverti fue uno de los popes radiales que popularizó con su voz personal la raaaaaadio, agrandando la “a” de una palabra que hoy está devaluada a partir del avance de las nuevas tecnologías y del cambio de las audiencias que se incorporan, que tienen otros intereses y otras formas de informarse y de entretenerse.
Hay quienes auguran larga vida al formato, aun adaptándose, y otros que creen que la radio, así como la conocemos, está dando sus últimos coletazos. Quizá el destino esté en algún lugar intermedio, mientras alguien tenga algo que decir desde un micrófono y otro quiera escuchar.
Sin embargo, la imaginación ha perdido esa batalla. La suerte está echada: no parece haber retorno.
Guillermo Cerminaro