Un tiempo, Un lugar. Eso es lo que retrata con maestría Damon Albarn en The Nearer The Fountain, More Pure The Stream Flows, su segundo albúm solista.
En el tono melancólico campea el sello del aislamiento. En la invitación a crear imágenes, un lugar, Islandia, morada de Albarn. Desde su ventana miró al mundo. Claro que hay fugas de ese sitio frío, como el recuerdo de su paso por Uruguay. Muestra de ello es su tema The Tower of Montevideo en referencia al Palacio Salvo, que tiene su gemelo en el Palacio Barolo de Buenos Aires. El dicho dice “para muestra sobra un botón”: quienes conocen ese lugar se darán cuenta de la sensibilidad de Albarn para capturar imágenes y hacerlas canción.
Pletórico en sonidos, una primera escucha no parece suficiente. No se trata de deslizarse por una montaña rusa, ni siquiera un subibajas, es un camino sinuoso pero a la vez placentero lo que propone el álbum desde la primera canción, que da título al disco, hasta la última “Particles” una balada a lo Blur, para que quede claro de dónde viene. En el medio, Royal Morning Blue adquiere velocidad, se deforma en Combustión, se lentifica en Daft Wader.
Las once canciones recorren climas diversos y no son aptas para el oído si no se está en condiciones de sumergirse en su paisaje melódico y armónico. La preciada voz de Albarn, los exquisitos arreglos de orquesta y el riesgo que siempre corre son la garantía de calidad. Es que no hay puntos grises en una trayectoria que lo constituye en el artista pop que cruzó el siglo con mayor vitalidad creativa.
Guillermo Cerminaro