Rolo (Pablo Cedrón) baja del barco para tomarse un descanso de su trabajo. Tiene que regresar a la embarcación en poco tiempo y entra a un bar a tomar una copa de vino para pasar el tiempo. Allí se encuentra con Leo (Martín Thchiro), un completo desconocido que le pide: Si en veinte minutos no estoy necesitaría que llame a un teléfono y diga que Leo no va a volver, es eso nomás. A partir de este momento, la vida de nuestro protagonista se modifica drásticamente.
Con reminiscencias al cine noir, en este filme se presentan los personajes arquetípicos que sostendrán la intriga y la sospecha. En primer lugar, Loyola (Alfredo Zenobi), el policía corrupto que hostiga a Rolo con la constante amenaza de llevarlo preso si no hace lo que se le indica y que actúa en nombre de los intereses de Varela (Rubén Sabadini), dueño de un importante supermercado. Allí trabaja Dora (Ailín Zaninovich) quien ingresa en la vida de Rolo de forma subrepticia y seductora, ella es la mujer fatal del filme. La estrechez de los vínculos, este todos se conocen con todos nos indica lo pequeño del pueblo y anticipan la asfixia que siente Dora en su vida cotidiana, la necesidad de salirse de esta red de relaciones.
Podríamos pensar que el filme se mueve en una sola dirección: Rolo debe cumplir, bajo amenaza, de los pedidos que le hacen para poder volver a su barco. Sin embargo, querría poner el ojo en un entretejido que se disemina durante la película y que es el rol que ocupa el universo femenino a lo largo de la trama. Si bien el cine noir ha dejado cristalizados diversos tipos de personajes, con sus modos de actuar/moverse/estar, una pregunta se asoma desde lo contemporáneo: ¿Dónde están las mujeres y qué están haciendo? (Y sabemos que esta pregunta queda acotada para los reclamos actuales).
Por momentos, la pregunta puede resultar molesta. ¿Por qué pedirle a este filme que atienda a reclamos que no forman parte de su núcleo de interés? Sin embargo, como comprendemos que las películas entran en diálogo, nos preguntamos hasta qué punto replicar una manera de contar no es seguir repitiendo estereotipos que al día de hoy van quedando caducos. Y además, existen las ansias de ver filmes que se corran de lo previsible y propongan otro sistema narrativo.
En Caballo de mar Perla (Laura Lago), a quien no se la nombra más que en los créditos como “Perla/mujer del bar”, es la primera mujer que aparece, sirviéndole vino a Rolo. Después aparecen Dora y Miranda (Victoria Sarasibar, Miranda/Chica cabaret en los créditos) quienes responden a un modo de ser mujer anclado en la seducción y el interés económico. El uso del capital erótico parece ser la única manera que tienen estas mujeres de sostenerse económicamente en el pueblo, o de anhelar viajar e irse lejos. De ningún modo intentamos condenar ese modo de vida para sostenerse en el sistema socioeconómico actual, la pregunta está dirigida a las ficciones y a sus posibilidades para revisitar el género noir sin caer en las categorizaciones añejas. ¿Qué modos hay disponibles para resignificar los géneros cinematográficos?
Interrogantes que no sabemos responder pero que creemos motores para mirar las películas en todas las aristas puestas en la pantalla. En Caballo de mar la intriga se sostiene, la persecución nos mantiene en vilo y los personajes responden de forma acatada a sus modos de ser, como en las viejas películas del 1940/50.
Francisca Pérez Lence