Arte y eternidad

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Marta Minujín se casó con la eternidad. Para celebrar sus 80 años, la artista pop transformó su cumpleaños en una fiesta de bodas. Nada faltó: el ramo de novia, las cintitas, el vals: una performance a lo MInujín.

La noticia salió en todos los diarios pero en el Malba apenas hubo 200 invitados vestidos de negro para ver cómo la artista argentina consumaba una más de sus excentricidades.

En el año 1996, ante un puñado de personas, en una fría y soleada tarde de invierno, el grupo de rock Sometidos por Morgan, integrado por varios periodistas surgidos de la revista La Maga, se casó con el arte en la terraza del Centro Cultural Recoleta.

En aquella ocasión, Pablo Marchetti,  el cantante de la banda, vestido de novia, “se casó” con Federico Klemm (el arte), oficiando como testigo su inseparable compañero Charly Espartaco.

¿Arte y eternidad son conceptos equivalentes?

Quizá comparar ambas performances parezca desmedido. Ninguno de los integrantes de Sometidos por Morgan podía pensar seriamente que se estaban casando con el arte. Se divorciaron pronto, en todo caso. Sometidos por Morgan apenas tuvo una corta vida en el rock. Federico Klemm siguió siendo “el arte” hasta el día de su muerte.

¿Qué pasa por la cabeza de Martha Minujín? Solo ella lo sabe  ¿Qué queda más allá de casarse con la eternidad? ¿Quedarán (no ya en la eternidad, sino al menos en el tiempo) algunas de sus obras?

En definitiva, el arte quizá sea la forma de acercase a eso que llamamos eternidad, que nadie ha experimentado y ni siquiera sabemos si existe. Una pincelada en una tela apreciada siglos después, un poema que perdura, una canción coreada por multitudes, tal vez sean lo más cercano a la pretensión de capturar lo eterno que pueda buscar el hombre.

Guillermo Cerminaro