A los 61 años falleció Juan Forn

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En Nadar de Noche, el protagonista del cuento pasa unas vacaciones en una casa prestada. Juan Forn escribe: “cuando abrió la puerta se encontró con su padre parado delante de él. No lo veía desde que había muerto. Y, en ese momento, supo incongruentemente que ya se había hecho a la idea de no verlo nunca más”.  

Así relata Forn esa situación que continúa al borde la pileta en donde se produce este diálogo, que naturalmente es más extenso: 

“—Entonces vos y yo vamos a encontrarnos de nuevo, en algún momento —dijo él.

El padre no contestó.

—¿Importa algo estar juntos allá?

El padre no contestó.

—¿Y cómo es? —dijo él—.

El padre desvió los ojos y miró la pileta.

—Como nadar de noche —dijo, y las ondulaciones de la luz se reflejaron en su cara—. Como nadar de noche, en una pileta inmensa, sin cansarse”.

Releí este cuento ayer, el día de la muerte de Forn -que también fue el día del padre-, treinta años después de leerlo por primera vez.

Ese diálogo, esa frase, “como nadar de noche”, quedó marcada en mí y ahora que lo pienso ese cuento fue una de las obras que me catapultaron a una lectura incipiente y tardía. Nací una semana antes que Juan y él publicó ese libro pasados sus treinta años. Siento gratitud con Forn, como él supo expresar a raíz de la muerte de Piglia:

“Hay escritores que enseñan a leer y luego de eso leemos mejor. Lo que nos enseñan en realidad es que todos los buenos escritores enseñan a leer. A cada persona que ha hecho más elocuente la literatura yo le profeso gratitud eterna y Piglia era de esas personas”   

Ayer de noche cuando me enteré de la noticia fui a mi biblioteca a buscar sus libros. Más que nada quería encontrar Nadar de Noche. Pero no lo vi, seguramente se perdió en alguna mudanza o fue prestado sin devolución. 

En cambio sí encontré dos ejemplares de Puras Mentiras, una de sus novelas. No puede ser cierto que un escritor muera, pienso mientras me consuelo imaginando que Juan Forn ya estará nadando de noche en una inmensa pileta, sin cansarse.  

Guillermo Cerminaro