Si bien no formó parte de la parte troncal del discurso de Martín Kohan, la referencia a otras ferias (además de La Feria Internacional del Libro) resulta necesaria.
Al inaugurar la Feria el escritor decía: “Llegando por ese lado, además, por el lado de Santa Fe entre Puente Pacífico y Garibaldi, es probable que nos detengamos en los puestos de venta de libros usados (esas ferias sin mayúscula que frecuentamos en Plaza Italia, Parque Centenario o Parque Rivadavia, y que son a la Feria con mayúscula lo que las ferias municipales callejeras son al Mercado Central). Es interesante lo que sucede si se hace de esos módicos puestos una especie de preámbulo de la Feria del Libro a la que nos dirigimos; porque al contrastarse, como se contrastan de hecho, lo resonante y lo atemperado, lo rutilante y la media luz, se advierte tangiblemente la coexistencia de temporalidades distintas para los libros y su circulación”.
A diferencia de la Feria, que dura menos de un mes, los libros a los que se refirió Kohan están ahí, en las plazas, en las calles.
Los de Plaza Italia entre colectivos y autos; los del Parque Centenario, bordeándolo; los del Parque Rivadavia en un pasaje pensado para que pasen autos y que finalmente no ocurrió por la oposición de los vecinos.
Un libro no es solo un libro cuando sale de la imprenta, cuando se exhibe como novedad en las librerías o se compra en una presentación. Luego de un tiempo quizá forme parte de esas ferias que dice Kohan, usado, con sus páginas gastadas.
¿Se trata del mismo libro? ¿O el paso del tiempo hace que sea otro? Hay quienes los prefieren nuevos, impolutos Otros, en cambio, optan por libros que han soportado el paso del tiempo, primeras ediciones con un valor especial o intervenidos por lectores anteriores.
Los libros siempre circularán y seguirán un camino solo visible para los lectores.
Mito Mauro