El primer plano de Clara (Agustina Muñóz) introduce esta historia. Su rostro en detalle atravesando el duelo de su padre. La cámara se encarga de retratar, en primeros planos, los rostros del duelo. Porque el filme de Saula Benavente se interroga acerca de la pérdida y de las distintas formas de atravesarla.
La cámara se asienta en los pequeños gestos de las caras, testimoniando así cómo los duelos son transitados de múltiples maneras. No hay una única forma de atravesar el dolor de la pérdida, las fórmulas tradicionales de sonreír y confiar en el paso del tiempo (pedido que le hacen a Clara sus amigas y su tía) las más de las veces quedan chicas. Mercedes (Dominique Sanda) demuestra, con un fastidio disimulado, que ya no quiere que la llamen todos los días o que estén rondando por su casa todo el tiempo. La necesidad de soledad y de un tiempo de pausa se inscriben en ese cuerpo cansado de la madre.
En contraposición, la tía (Soledad Silveira) encarna los modos más extrovertidos de vivenciar la pérdida. Entra llorando a la casa de su hermana, narra a los gritos algunas anécdotas, vuelve a llorar, abraza, toca, se queja. Es la cara más visible de los sentimientos que conviven en las horas tempranas del duelo.
A pesar de la mostración de las distintas experiencias del entorno familiar, los hermanos, los colegas, Clara es la hija más afectada por la duda, por las ansias de reconstrucción. ¿Quién fue su padre? ¿Qué lugares le gustaba visitar? ¿Qué guardaba en sus cajones? ¿Cuáles eran sus secretos constitutivos?
El filme retrata la búsqueda de parte de una hija por re-conocer a su padre. La cámara la acompaña, la sigue en el trayecto de Buenos Aires a Singapur y de Singapur al lago Karakul, en Tayikistán, un lago escondido entre montañas, lejísimos de su hogar. ¿Qué hace la gente cuando viaja? Se esconde, le responden a Clara. Y con esa frase a cuestas, viaja intentando encontrar.
No es inocente que en los créditos los personajes aparezcan con sus funciones dentro del entramado familiar. Los hermanos, la madre, las amigas, el “primo”, la niña. Porque es la historia de Clara pero puede ser también la historia de cualquier hermanx, xadre, amigx que transite los duelos, puede ser también la historia de la pregunta más humana ¿Qué hay en la muerte y qué queda después?
Francisca Pérez Lence