En un Lollapalooza que será recordado por la gran cantidad de artistas que prefirieron el acompañamiento de pistas en lugar de tocar la banda en vivo, hubo excepciones.
Quizá una de las más notorias, tal vez por su potencia, haya sido Greta Van Fleet -la banda formada en un pueblo de Michigan-, quienes tocaron el domingo en el Hipódromo de San Isidro.
Un día después se presentaron en el Teatro Gran Rex, en uno de los sideshows de Lollapalooza ante un teatro colmado de gente de todas las edades, a diferencia de lo que ocurre en el festival en el que la abrumadora mayoría son jóvenes y adolescentes. Quienes estuvieron se mostraron expectantes por ver al grupo de jóvenes músicos en su primera visita a Argentina, con la esperanza de presenciar algo histórico, para poder decir en cuarenta años ”yo estuve allí”. Que así sea o no, dependerá del paso del tiempo y de lo que pueda hacer la banda estadounidense.
Lo cierto es que el lunes de noche brindaron un show potente y sin fisuras.
Luego de la auspiciosa presentación de Rocco Posca, cerca de las nueve de la noche subió al escenario Greta Van Fleet para, a partir de When the Curtain Falls, desgranar una docena de temas en un show que fue in crescendo en intensidad a medida que avanzaba la noche. A la banda conformada por los tres hermanos Kiszka más un amigo de ellos -Danny Wagner- en batería, le bastaron pocos minutos para demostrar lo que saben. Jake en guitarra, Josh en voces y, el más chico, Sam en bajos y teclados hicieron posible que la audiencia se transportara a la experiencia de ver una banda que suena como las bandas los 70 – aquellas a las que casi nadie de los que estaban vio en vivo en sus comienzos-, pero hoy.
Fueron una decena de canciones entre las que no faltaron Highway Tune, Black Smoke Rising y el final con Edge the Darkness, Watching Over y Lover, Leaver (Taker, Believer)
Suficientes para que no sobre nada -salvo las butacas- para un auditorio que permaneció parado y vivando cada momento del show.
Es prematuro pensar qué puede pasar con la banda. Apenas tienen un disco y un puñado de canciones más, son muy jóvenes- entre todos apenas superan los 80 años- y si logran separarse del estigma de ser parecidos a Led Zeppelin, quizá no salven al rock como algunos pretenden, pero sí tenga un futuro venturoso.
Norberto Mauro