Hay escritores que simplemente escriben. Imaginan, inventan y crean. Otros buscan dar una visión sobre el mundo, decir cómo son las cosas. Andrea Camilleri, seguramente el escritor italiano más famoso de la actualidad, no forma parte de ninguno de los dos grupos. Por el contrario, su pluma funciona como una mirada cínica sobre una realidad ácida por demás; como una verdad disfrazada de mentira.
En La Intermitencia, el siciliano aborda la coyuntura italiana y la transforma en personajes: Mauro de Blasi es un empresario astuto y calculador obsesionado con hacer crecer su compañía. Pero, claro, hay un problema: aunque desde el vamos parezca insignificante, el protagonista sufre de lapsus de conciencia periódicos. Allí, desde esa intermitencia, es donde crece La Intermitencia.
En su personalidad se centrará, entonces, la trama: quizá con menos gancho que la serie de Montalbano –y seguramente con menos toques de humor-, Camilleri construye un universo teñido por la crisis económica europea –que funciona casi como un personaje más-, en ritmo de thriller y con reminiscencias a lo mejor de John Grisham, por crear un hipervínculo.
Y los que saben mucho han hablado sobre la gran capacidad del autor para pintar, de a pinceladas, el espíritu de la Italia contemporánea. Acá, lejos de Europa, una verdad: al menos, Camilleri sabe cómo guardar en sus libros algo de la esencia humana.
Norberto Mauro