En 1968, un joven Nicolás García Uriburu cruza en tren la frontera de Francia a Italia. Tiene un plan. En Milán compra una sustancia para teñir las aguas. Llega a una Venecia convulsionada en la que se está desarrollando la Bienal. Son tiempos en los que campea el espíritu del Mayo Francés, días de fervor en las calles. Arroja de forma clandestina la sustancia al agua que se tiñe de verde. Es arte y es protesta. Es idea y es obra.
El Gran Canal ahora es verde: es un momento culminante del Land Art, de la performance y del arte conceptual.
Una exhibición en Bellas Artes en 2018, poco tiempo después de la muerte del artista, mostró imágenes de aquel 19 de junio del 68 en el que García Uriburu tomó el centro de la escena artística.
Aquella no fue la primera intervención en contra la contaminación. En los ríos de Nueva York, París y Buenos Aires también García Uriburu dejó su sello.
Hace días, a casi 55 años, en la mañana del domingo 28 de mayo del 2023, las aguas de Venecia se tiñeron -otra vez- de verde.
La versión oficial dice que la sustancia parece ser un trazador, un líquido que se inyecta en aguas en las que se produce una fuga de agua.
Ya nadie va a culpar a García Uriburu. Por ahora sigue el misterio.
Mito Mauro