El amor después del amor, la serie de Fito Páez, ha generado algunas polémicas de poca monta.
Los protagonistas, con Fabi Cantilo como punta de lanza, han hablado a favor o en contra según su propia mirada.
Fabi manifestó al principio su disconformidad: “yo además de hacerle coros a Fito y coros a Luis tenía una vida y una carrera”. Después bajo los decibeles y se reunión con Mica Riera (quien la interpreta) a tomar el té.
Calamaro se quejó de la actuación de Julián Kartun (que personifica a Luis Alberto Spinetta), Pipo Cippolati dijo que prefería ver un documental de Landriscina.
Otros, muchos, se mostraron a favor.
Una polémica espuria que oculta si la serie aporta algo nuevo o no, que, en definitiva, es lo que hay que considerar.
Fito es un personaje contemporáneo del que se conoce mucho y para escuchar su música es preferible hacerlo de primera mano.
Se sabe además cómo es Netflix: una plataforma que contiene series de escasa profundidad que ensanchan la base de espectadores para acrecentar la maquinaria comercial.
Entre quienes opinaron, Nito Mestre parece haber dicho lo más razonable:
“Es una historia de Fito, contada por Fito, me parece fenómeno, lo deja muy bien parado a él. Es súper interesante todo eso, no puedo opinar sobre los demás personajes porque no me compete”.
Justamente está idea (la vida de Fito contada por Fito) debilita la historia. Ye está contada, con sus claros y oscuros, en las canciones.
El árbol no tiene que tapar al bosque. Si hay polémica que no sea un juego de egos personales de aquella generación de artistas.
Guillermo Cerminaro