Hay que disponer de tiempo para dialogar. Los grandes conversadores se toman su tiempo y atrapan a quien los escuchan en una telaraña de palabras, silencios, inflexiones de voz y gestos.
La televisión, y en menor medida la radio, se encuentran siendo víctimas de otra telaraña más nociva: la del apuro, la de la tanda, la del rating. Todo resulta urgente sin pausa, inmediato.
Las nuevas tecnologías otorgan otra posibilidad al entrevistador lejos de la televisión de hace décadas cuando Hugo Guerrero Marthineitz o Jesús Quintero daban lugar a un elemento, que hoy parece perdido: el silencio.
Un especialista en esa materia, aunque en programas en los que la edición tenía un lugar fundamental, fue Fabián Polosecki que en El Otro Lado y en El Visiitante incomodaba con sus eternos silencios hasta a un isleño del delta y hacía que finalmente las palabras brotaran de quien tenía enfrente.
Hoy, por caso, los video podcasts posibilitan que haya programas sin horarios, que duren hasta que la entrevista lo pida. Así sucede con El Método Rebord que se estrena todos los domingos. Por allí han pasado desde Dolina a Andy Chango, desde Maslatón a Beatriz Sarlo. Casi todos (a su medida) han dicho más que en otras entrevistas, guiados por una forma algo errática pero efectiva de Tomás Rebord para sacar lo mejor del quien se sienta en su mesa.
Alejandro Fantino, alejado de los medios tradicionales, a su manera, también hace un ejercicio de hablar con tiempo con el entrevistado, generando complicidad con quien tiene en frente, sea una eminencia como Jorge Alemán o un personaje de la farándula o del deporte.
En un ambiente más intimista, de mayor lentitud, Julio Leiva con su video podcast Caja Negra logra tener una serie variada de entrevistados, algunos de ellos vinculados a la cultura urbana como Bizarrap o Trueno, aunque no se queda en ese terreno sino que extiende a lo político o a lo social su abanico de posibilidades.
En todos los casos además de las virtudes y los estilos propios de los entrevistadores el tema es el tiempo. Ahí está la clave: que el tiempo corra más lento que en el afuera para que, en ese paréntesis, haya lugar para conversación.
Guillermo Cerminaro