Planta permanente: los límites éticos 

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Liliana (Liliana Juárez) y Marcela (Rosario Bléfari) son trabajadoras en la Secretaría de Obras Públicas desde hace aproximadamente treinta años. Son amigas, Lili es madrina de la hija de Marcela (Nina Suárez), se confían sus secretos, comparten cigarrillos en los balcones del edificio, se cubren fichando una por la otra cuando hay retrasos, y sostienen un comedor dentro del edificio donde se reúnen lxs empleadxs a la hora del almuerzo para comer casero y económico.

Las condiciones laborales en sectores estatales, la burocracia y el tire-afloje entre la gestión que se va y la gestión que se viene fueron temáticas protagonistas en los discursos sociales (medios masivos de comunicación, redes sociales, conversaciones de café, charlas entre docentes-alumnxs, entre amigxs) y aquí son re-presentadas desde el cuestionamiento ético y vincular.

Por un lado, ese comedor resulta una molestia para la nueva directora (Verónica Perrota, quien interpreta los gestos y modismos de la ex gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal) que mira con asco y altanería las condiciones higiénicas del lugar. En la recorrida inaugural, donde se le develan todos esos espacios obsoletos del edificio, repletos de polvo y artefactos inutilizables, la sorprenden con un plato casero para que pruebe lo bien y rico que se come allí. Todo el cuerpo de la directora repele ese espacio que intenta acogerla, con Lili y Marcela paradas alrededor de la mesa agasajando, sirviendo, esperando. En contraposición a la comodidad de las trabajadoras, que conocen los recovecos de memoria, la directora no quiere sentarse, ni tocar, ni apoyarse, y mucho menos comer de la comida que degustan y disfrutan sus empleados. Porque el filme muestra, sigue de cerca las distancias entre los discursos públicos (“Ustedes son los jefes aquí” dice cuando asume el cargo) y los entretejidos del día a día que condicionan y asfixian a lxs trabajadorxs, como ese “Nadie va a perder su trabajo” seguido de la cámara que se encarga de posicionarse al lado de Yanina, que lo pierde y con un empleado amigo de Lili, que también. Esos cuerpos al borde del fastidio y la desesperación, frente a las fichas que ya no contienen sus nombres. El empuje al desempleo desde la brutalidad del destrato. Y la cámara, con un plano de cuerpo entero, ni cerca ni lejos, en esa posición de observadorx que no puede inmiscuirse, que no puede hacer nada.  

Entonces, la ética de/en el trabajo. Los entramados del cambio de gestión, los rostros de quienes asumen discursos inclusivos y parsimoniosos para luego defenestrar a lxs trabajadorxs desmantelando el único espacio de reunión que construyeron dentro del edificio: el comedor. Porque la película resalta no sólo el plano ético y reflexivo en torno a las condiciones laborales, sino también cómo la búsqueda por mejores condiciones de vida y la poca o nula posibilidad de aumento de suelo o de distintas condiciones de trabajo y renovaciones de contrato llevan a desestabilizar y romper los vínculos entre lxs trabajadorxs. Y hasta entre las amigas de toda la vida. 

Como decíamos más arriba, el filme va a hacer hincapié en lo vincular entre Lili y Marcela, que proyectan juntas una cantina dentro del ámbito laboral. Pero cuando el horizonte de posibilidad, de imaginación de una vida más amena y disponible se desdibuja, comienza el campo del todo-vale. ¿Cómo se sostiene un vínculo cuando las condiciones materiales apremian? Las primeras peleas entre ellas, con el uso de los primeros planos, van a ser por diferencias ideológicas dentro del trabajo. Y a partir de allí, esa amistad que se sostenía en lo vivencial pero también en lo proyectivo, en aquello-que-vendrá, se desestabiliza y cae, llevándose en la corriente a estas dos amigas. Lili y Marcela comienzan a rebuscárselas, cada una por su lado, haciendo caso omiso de la presencia de la otra. Si Lili limpia en un lugar, Marcela le pasa por enfrente sin siquiera voltear el rostro. Si Lili llama, Marcela no responde el teléfono. Y la relación cada vez más tambaleante se muestra desde un punto de vista parecido al que miraba la reacción de los cuerpos al perder el trabajo, desde fuera. Desde un lugar que no termina de incidir en lo que pasa, como si fuésemos testigxs de todo lo que allí ocurre pero no tuviéramos real posibilidad de acción para transformarlo. Un lugar que, lamentablemente, resulta conocido. 

PLANTA PERMANENTE

(Argentina-Uruguay/2019)

Dirección: Ezequiel Radusky

Guión: Ezequiel Radusky y Diego Lerman

Duración: 78 minutos

Intérpretes: Liliana Juárez, Rosario Bléfari, Verónica Perrotta, Sol Lugo y Nina Suárez.

Estreno este jueves a las 20 en Cine.ar TV, y desde el viernes disponible en Cine.ar Play

Francisca Pérez Lence