Es tiempo de leer. Más que nunca.

Más allá de la urgencia de las redes sociales o incluso de alguna voz disonante dentro del propio universo literario. Más aún con el proyecto de ley que deroga (entre muchas otras leyes vinculadas a la promoción cultural) la Ley del Libro que perjudica a las librerías y a las editoriales más pequeñas.

Hay mucha literatura que circula por esa vía aún de escritores que publican no solo las grandes editoriales sino también en las que son independientes. César Aira, candidato año a año al premio Nobel. es quizá de los casos más emblemáticos.

Leer como dijo Sasturain, en una entrevista en Radio Nacional cuando aún era director de la Biblioteca Nacional, no para evadir sino invadir.

No se trata de distraerse, de entretenerse o de pasar el tiempo. Para eso hay otras cosas.

Hay que disponerse a la lectura y al mundo del lenguaje y su preminencia.  Buscar lo que se oculta más que lo que se deja ver.

Patricio Pron -un autor a ser leído que ha publicado recientemente La naturaleza secreta de las cosas de este mundo – ha declarado que leyendo nos entrenamos en la comprensión de discursos complejos. 

Por supuesto es tiempo de leer a los clásicos y a los contemporáneos. Sin irnos ten lejos, solo al siglo XX, a Kafka, a Proust, a Joyce a Faulkner. Más cercano, en la interface del siglo, leer a Roberto Bolaño a Paul Auster  a Entique Vila-Matas o al más reciente Benjamín Labatut.

El lector, activo, da vida a los libros. Leer, no es fácil. ¿Quién dijo que tenía que serlo?

Guillermo Cerminaro