¡Albricias! El sábado 11 de septiembre tuvo su estreno “Las cautivas” en el Teatro de la Ribera, diálogo con el poema épico de Esteban Echeverría mediante. Se trata de la primera obra de “La Saga Europea”, tetralogía que conforma el proyecto de residencia artística en manos de la Compañía Teatro Futuro (Mariano Tenconi Blanco, Ian Shifres, Carolina Castro) en el Complejo Teatral de Buenos Aires.
Ellas van. El espacio es grande. Una joven francesa (Laura Paredes) es secuestrada por un malón en medio de su boda. Contra todo pronóstico, hace su aparición una aborigen llamada Rosalila (Lorena Vega) que la protegerá de los peligros y la conducirá en su fuga a través del vasto paisaje nacional. Desde un primer momento, el contacto. Un cuerpo que se estampa sobre otro, el calor sofocante del sol, la percusión de las piernas contra el lomo del caballo, el viento filtrándose por los pliegues del vestido, la boca que conoce y repele el gusto a lagartija asada.
“Elegida”, así Rosalila nombra a su acompañante, mientras que ella misma se identifica con el vocablo “Mensajera”. Y aunque lejos estén de parecerse ese cuerpo atlético y moreno de aquella delicada (y blasfema) muñequita de porcelana, me atrevería a dibujar la intercambiabilidad de esos apelativos. Circula entre ambas un deseo que las mantiene en movimiento, cuyas formas se renuevan de sol a sol de la mano del paisaje. Un aquí y ahora alberga este encuentro efímero mas abundante en sensaciones inéditas para ambas, donde predominan la sorpresa, la excitación y el recelo frente a las actitudes insólitas de la otra. Algunas veces la mensajera parece ser la elegida, y otras veces es al revés. Lo que se manifestaba desde el principio como un accidente, como la más desafortunada de las contingencias, por momentos se revela signado por el destino que han esbozado las fuerzas superiores.
Desde el comienzo de los tiempos, no se ha necesitado más que distancia entre actor y espectador y una voluntad de explorar los mecanismos de la ficción para que aconteciera el hecho teatral. Mediante la palabra y otros signos escénicos, como la música en vivo y la coreografía de movimientos, estas cautivas van esbozando alternadamente y con destreza múltiples escenas de peligro, complicidad y ternura. En suma, una refundación de la génesis nacional que apunta hacia aquellos mundos distantes que parecerían no encontrar una síntesis (aquí la búsqueda es otra).
Reviso etimologías para confirmar algo que intuyo: la palabra cautivar, del latín captivare, comprende tanto la idea de capturar como de seducir, binomio inherente a la obra escrita y dirigida por Mariano Tenconi Blanco. El participio pasivo del título nos acerca a una fuerza que domina todo impulso, que anuda tanto a las protagonistas entre sí como a los espectadores con el horizonte descripto en cada parlamento. Confío en que toda espectación implica un compromiso: cada vez que se apagan las luces de la sala, se hace silencio y un primer foco ilumina a los personajes en escena, acompañamos con un sí, creo (sí, quiero). Esta no es la excepción.
Cuántas, cuántas maravillas, sublimes y a par sencillas. Acaso pertenezca indefectiblemente a los textos en verso aquella emoción tan característica que nos asalta cada vez que escuchamos un parlamento teatral: una especie de vértigo que nos mantiene en vilo, a la espera de la próxima rima ingeniosa, algo que nos haga estallar en carcajadas, o quizás nos entregue al silencio profundo que tiñe una combinación de palabras inesperada y aguda, como la punta de una flecha. Toda yunta de versos es una sorpresa —cuánta maestría en la dramaturgia y la interpretación—, y la celebramos.
“Las cautivas” se presenta viernes a las 19 y sábados y domingos a las 17 en el Teatro de la Ribera (Av. Pedro de Mendoza 1821, CABA). Duración aproximada: 80 minutos. Entradas vía Complejo Teatral.
Por Milena Rivas
Ph Carlos Furman