La FED, la Feria de editores, en su edición número 13, resultó ser -este año más que nunca- un refugio, un lugar en el que no hay afuera. Por unas horas, los visitantes que recorrieron cada una de los 330 stands de los editoriales construyeron su epojé: solo hablaron de libros.
Un refugio es un lugar seguro. Para los lectores -gran parte de los que concurrieron lo son- la seguridad está en los libros. O en todo caso hay otro tipo de inseguridad, bastante diferente a la hostilidad que se vive en el mundo exterior. Hay que hablar, entonces, de la literatura entendida como invasión en lugar de entenderla como evasión.
Los editores independientes, en su desafío de contar en pocas palabras los libros que han decidido editar, intentaron entusiasmar a los lectores. Pensar que todo iba a ser peor generó cierta satisfacción entre los organizadores y editores. La cantidad de visitas llegó casi a 25.000 en cuatro días superando los números del año anterior. Las ventas fueron apenas menores
En la FED hay miles de libros para elegir. Algunos que no se consiguen en otros lados, muchos son aportados por los editoriales que, de diversos países, llegaron a la feria.
Más difícil de medir es la experiencia colectiva que supone encontrarse con libros, autores y editores, que precede al momento que, en soledad, cada lector abrirá el o los libros que eligió entre una oferta de miles.
Cada noche,al terminar, un aplauso estruendoso interrumpió el murmullo constante que se mantuvo sin solución de continuidad.
El esfuerzo de organizadores, editores y lectores tenaces lo merecía.
Norberto Mauro