A esta altura no hay demasiado que descubrir de bandas que, como Massacre, llevan una extensa trayectoria en la escena del rock.
Más allá de Nueve, el reciente disco, se sabe qué pueden dar la banda en sus shows.
El histrionismo de Walas, los sonidos que el Tordo Mondello le extrae a su guitarra, una banda que suena aguerrida y la amalgama del punk y psicoldelia que la caracterizan la convierten en una propuesta ineludible.
El vivo siempre es distinto y ofrece sorpresas, como fue la puesta en escena de los primeros tres temas con la banda a unos metros sobre el escenario. El show comenzó con “La máquina del tiempo “ (que en el disco contó con la colaboración de Santi Motorizado), una canción tal vez destinada a convertirse en clásico.
Al cuarto tema la banda, integrada por Walas (Voz), “El Tordo (guitarra) Fico (guitarra) Bochi (bajo) y Charly (bateria) bajó a ocupar su lugares en el escenario.
En un momento del show, Walas, un verdadero tiempista en el escenario, agradeció la respuesta masiva del público que colmó Obras pese a la cantidad de shows internacionales que hay para elegir en estos días.
Si bien no faltaron La octava maraviila, Tanto amor o La Reina de Marte. el momento estelar de la noche fue cuando ingresó Ricardo Mollo en Plan B: anhelo de satisfacción y en Crua-Chan, el clásico de Sumo.
Después de ese momento quedaban algunos temas más, pero lo más importante había sucedido. El universo, que suelen proponer los Massacre se había presentificado de nuevo acompañado, esta vez, de una serie muy acertada de visuales.
La ceremonia, plagada de signos rituales, se actualizó otra vez en el canto que se repitió toda la noche “Mandarina, mandarina, mandarina, mandarina, somos todos de Massacre de Massacre Palestina”.
Guillermo Cerminaro