Cuando aún no era de noche, Kapanga apareció en el escenario del Anfiteatro del Parque Centenario. El set de hora y media exacta comenzó con Bisabuelo y a más de uno le corrió una lágrima por las mejillas al ver de nuevo una banda en vivo de forma “casi normal”.
Lejos de los engendros de tocar bocinazos desde los autos, los shows van volviendo. El público con un aforo limitado, pero colmando la capacidad permitida, comenzó a saltar en sus asientos ya desde el comienzo. Todo fue in crescendo cuando llegaron los clásicos como La Crudita o El Universal.
Para ese entonces ya nadie permanecía sentado y casi nadie estaba con sus barbijos, lo que es quizá la única mancha de una noche emotiva que será recordada por los fans y por los que anhelaron tanto tiempo ver a una banda de rock potente por momentos y divertida siempre.
La banda se presentó en el marco del festejo de los 25 años de carrera demostrando su espíritu festivo y su impronta lúdica que el Mono se encargó de resaltar. Aunque no fue lo único que dijo: bromeó con la venta de panchos a 130 pesos en la playa e hizo constantes referencias al Gauchito Gil. Hasta calificó al encuentro como un milagro del Gauchito en su día.
Los invitados, Pity Fernández, Ale Kurz y “Tripa” le dieron al show una intensidad adicional y se movieron por el escenario con soltura.
Kapanga, además, mostró, una vez más, una particularidad escénica única: los contrapuntos entre Maikel y el Mono evocan a dos cupleteros de la murga uruguaya y dan un plus a lo que ya de por sí es divertido en las canciones.
A las 21.30 se apagaron las luces y la banda se sacó la foto final prometiendo volver. Que así sea por mucho tiempo más.
Guillermo Cerminaro
Foto de portada: @lucasdequesada