El amor es más fácil: ¿es más fácil?

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Reactualizar el género de las comedias románticas no es tarea fácil. Ha corrido mucha agua bajo el puente de las prescripciones y categorizaciones de lo que debe o no ser el amor, de aquello que, sedimentado, hizo carne en nuestras experiencias y que en la actualidad nos toca desandar y complejizar. Chorros de tinta escribieron, visitaron, revisaron las películas nucleadas alrededor de la historia harto conocida: un chico y una chica, un encuentro inesperado pero fantástico, asombroso, brillante, un que sí pero no, un conflicto (unx tercerx, un trabajo, un malentendido) y una reconciliación también esplendida, destellante. Por eso, reactualizar el género de las comedias románticas no es tarea fácil, no caer en fórmulas pre-establecidas y, por ende, reconocibles y masticables implica un compromiso con no sólo una nueva forma de narrar sino también una manera distinta de mostrar. Porque lo que pregna de las comedias románticas no es nada más el contenido, sino también el cómo se muestra aquello que se cuenta. Desde los primeros planos de la pareja despertando luego de una larga noche, con ella en el pecho de él, hasta los planos generales que lxs muestran corriéndose para decirse todo eso que les quema y no puede esperar ni un segundo más. Y podríamos seguir enumerando. El amor es más fácil reúne esas y muchas otras referencias y características propias del género.

La historia es enmarcada, la voz de Gala (en un fluido inglés) le cuenta a un director de casting un relato, su relato. “Siempre hay una historia” es la frase que da comienzo a este enredo romántico.

Por un lado, Diego (Andrés Gil) sube entusiasmado las escaleras con un anillo de compromiso en la mano, mientras un amigo lo filma y transmite en un vivo de Instagram. El pedido es para Julia (Majo Castorina) quien, dentro del departamento, tiene armada una valija y está dispuesta a abandonarlo. Hasta este momento, el cuerpo de Julia sólo es mostrado de la cintura para abajo, su rostro sólo se descifrará avanzada la trama, pasada una hora de película.

Por otro lado, Gala (Ailín Zaninovich) trabajadora de un bar, enamorada de un hombre casado (Rafael Spregelburd), sufre un desengaño amoroso luego de querer compartir su preselección para la escuela de arte dramático de Nueva York y ser plantada en la puerta de su casa. “No llego, perdón” le escribe él desde su casa. Y un primer plano de su foto de whatsapp con un hijo y su matrimonio nos indica cuál es la causa de la ausencia.

Las vidas de estos protagonistas están atravesadas por las nuevas tecnologías. Celulares, computadoras, videos, redes sociales son los modos de comunicación de las relaciones interpersonales, esos cuerpos atravesados por la tecnología que se vinculan a través y con ella. Por momentos y de algún modo, la película explicita el dispositivo cinematográfico, jugando con los primeros planos de una cámara de celular que es filmada mientras filma, generando tres niveles en el plano: El cuerpo real de Marito (Santiago Korovsky) que se mueve por el espacio siendo filmado por un celular que nos devuelve su imagen mientras es filmado por la cámara que no vemos pero percibimos. Como este, otros momentos. Gala viéndose filmada en la pantalla de su computadora, en primer plano y luego por medio de un zoom out se devela la pantalla portátil, enmarcando el rostro que la cámara está enmarcando. O cuando graban el video de presentación a la Escuela de Arte Dramático, dejando al descubierto las herramientas necesarias para componer, pensar y hacer una película.

Pero más allá de estos guiños metatextuales, que hacen que la película camine por las diagonales de la composición clásica de la mayoría de las películas románticas, la historia es la que ya conocemos, sabemos, memorizamos, sentimos, lloramos. La referencia más explícita a esta instancia doble del filme está hacia el final, cuando ya el malentendido, las corridas, las llamadas, las frustraciones se desarrollaron, y Diego pide “Por favor, perdóname” y Gala responde, en clave epocal, quizás buscando un corrimiento “Querría, pero ahora no puedo. Eso lo dejo para las películas” Haciendo bien explícito y claro, transparente para lxs distraídxs, que aunque toda la película reproduzca una forma de contar y mostrar, su intención era retorcer la línea y hacer con ella otra cosa, proponer un amor más fácil, un vínculo más tranquilo, relajado, vaciado de choques y tensiones. No sé si el amor es tan fácil.

Dirección: Daniel Pensa. Guion original: Backstory Contenidos. Guionistas; Bernabe Botte, Javier Montavani, Bernardo Gatto. Adrián SuárezIntérpretes: Ailin Zaninovich, Andrés Gil, Santiago Korovsky, Brian Buley, Ana Celentano, Rafael Spregelburd, Alejandro Paker, Lucila Gandolfo, Soledad García, Majo Castorina. Fotografía y cámara: Sebastián Gallo. Dirección de arte: Jimena Soldo. Sonido directo: Celeste Palma. Vestuario: Betiana Temkin. Maquillaje: Mariela Aracena. Montaje: Alejandro Alem. Edición online: Mauricio Halek. Música: Mariano Barrella. Diseño de sonido: Maximiliano Gorriti. Duración: 77 minutos.

Por Francisca Pérez Lence