Apenas comenzada la pandemia al menos dos ideas sobrevolaban el pensamiento de algunos intelectuales.
Eran éstas: que nos encontrábamos ante una situación propicia para el fin del capitalismo y que la sociedad iba volverse más solidaria.
Pasado el tiempo ambas visiones demostraron ser más un deseo que una posibilidad.
Había también incertidumbre sobre la forma en la que iba a responder la comunidad artística ante una situación de encierro y si iba a ser beneficioso para una creciente creatividad.
Si eso ocurrió, aún no se visualiza.
Con respecto a la música, ya en épocas de presencialidad, pasado el frenetismo del streaming, tampoco se ve nada demasiado nuevo, ni en las producciones ni en los shows, aunque en este caso es prematuro tener una idea definitiva a pocos días de empezar la temporada de los grandes festivales europeos.
El Lollapalooza de estas tierras no ha dejado demasiado y quizá sea recordado como aquel en el que Foo Fighters tocó por última vez con su notable baterista Taylor Hawkins, quien murió pocos días después de esa actuación.
Tal vez sea injusto una afirmación ten tajante ya que también el festival sirvió como vidriera para poner en consideración el crecimiento de la música urbana argentina. Dillom resulto ser una figura que emergió con fuerza y Bizarrap, que parece sentirse más cómodo en su estudio que ante grandes multitudes, demuestra cada día el motivo por el que todos lo buscan. Su reciente colaboración con Paulo Londra lo evidencia una vez más.
Acaba de anunciarse el prometedor line up del Primavera Sound y ahí, casi llegando a fin de año, sabremos, en cierta medida, dónde estamos parados. Si sobre un volcán en erupción o en una roca inmóvil. O quizá, sin el influjo de ninguna de estas alternativas, los movimientos seguirán siendo imperceptibles, como viene ocurriendo ya desde antes de la pandemia.
Guillermo Cerminaro