Cómo contar historias

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En el programa La belleza de pensar, hace ya muchos años, Roberto Bolaño, entre el humo del cigarrillo, decìa que “una novela que solo se sostiene por un argumento y por la forma lineal-o no lineal- de contar un argumento, una novela que se sostiene por una forma más o menos archiconocida, no solo en este siglo sino en el siglo XIX, se acabó”.

Hace no mucho tiempo, en una entrevista en el programa Paren la mano de Vorterix, Martín Kohan opinó en la misma dirección: “Para  aquel al que solo la trama le interesa la literatura es ante todo contar historias. Esa concepción es muy válida, pero no es la mía. Uno aún leyendo tramas puede darle una vuelta a eso. En géneros narrativos donde la trama está en primer plano una puede decir cómo está contada esa historia. Narrar es una práctica social generalizada y no solamente literaria, entonces podemos preguntarnos qué pasa con la narración cuando esa narración es literatura. Una marca que yo subrayaría es cómo narrar”.

Un lector medio no tiene por qué saber de “estructura o de cruce de voces” como hablaba Bolaño en otro fragmento de aquella entrevista. A algunos -como opina Kohan- les alcanza con una buena trama.  Eso sí: imploran que no les cuenten el final como si esa revelación les produjera un daño irreparable.

Los libros de Roberto Bolaño, más aún sus dos obras más extensas, Los detectives salvajes y 2666, que incluyen una infinidad de personajes a los que es difícil seguirles el rastro, son prueba de la importancia de ese cruce de voces y de las formas

Los libros de Enrique Vila-Matas, con sus citas infinitas, también apuntan en la misma dirección.

En busca de tiempo perdido, la monumental obra de Marcel Proust, podría ser resumida en apenas unas líneas: la forma de narrar está en primer plano.

En una época del reinado del argumento y el temor al spoiler vale la pena reivindicar a aquellos que intentan buscar nuevas maneras de contar las mismas historias de siempre.

Guillermo Cerminaro