A poco de bajar del escenario del Cultural Morán, Fernán Cardama se entusiasma al hablar de su obra más reciente. “Con 1 kilo de harina”. Justamente con eso y con algunos utensillos de cocina cuenta la historia de tres generaciones de inmigrantes. ”Es una obra gestada en pandemia. Es un homenaje a mis abuelos que se vinieron tan chicos de Italia y no volvieron nunca más. Muchas veces no se conoce la historia porque no la contaban, porque no querían tocar ese tema, porque era muy doloroso. Lo de la virtualidad nos ayudó a que parte de la creación fue hecha con un director en Lisboa y la segunda parte con un director en Córdoba. Es la primera vez que tuvimos tanto tiempo para poder crear un espectáculo”.
Haz recorrido muchos lugares del mundo, han ganado muchos premios con tu compañía que integrás junto a Luciana Reynal Machado en la producción ¿Cómo fueron tus inicios?
Empecé a trabajar en el teatro de títeres y, sobre todo con el teatro de objetos, a partir de una sucesión de hechos medio fortuitos. Hice el conservatorio de teatro en Argentina, luego empecé a especializarme en el clown y entonces me fui a estudiar a París con profesores específicos que daban clases de clown. Ahí teníamos contacto con gente de teatro de títeres. Mi primer espectáculo era una mezcla entre la actuación con una compañera que hacía títeres. Empezamos a trabajar en festivales de títeres y a fui interiorizándome en eso. MI fuerte, lo que más me interesaba era la actuación. Tomé un curso con Philippe Genty que fue uno de los creadores del teatro de objetos en la década de los 80. Ya hace tiempo que voy investigando en esa línea: cómo contar lo máximo con lo mínimo. Partimos siempre desde un universo. Acá el tema es la harina, en otros casos juguetes antiguos, zapatos, elementos del universo. Es tratar de contar la historia que queremos contar con ese universo que decidimos
¿Qué diferencias hay en el trabajo para niños o para adultos?
Cuando nosotros hacemos un espectáculo no pensamos si va dirigido a un chico o a un adulto: lo hacemos y después vemos a quién va dirigido. Nuestra experiencia es que nos sentimos más cómodos cuando lo hacemos para todo público, es decir cuando viene la familia, porque hay guiños para adultos para que no se queden afuera mientras que los chicos siguen la historia. En este último espectáculo ”Con un kilo de harina” notamos que lo pueden ver chicos, aunque chicos más grandes por la temática, para que tengan un seguimiento y que no se aburran, si bien hay imágenes que los puedan enganchar. Con el resto de los espectáculos decimos que es para chicos desde los 5 años en adelante hasta 99 y notamos las diferencias un poco en los tiempos. El adulto es un poco más tolerante si el espectáculo no lo engancha, si se aburre hace un esfuerzo, pone cara de que está atento pero esta pensando en otra cosa. Con los niños nos pasa que si no se copan se dispersan y no se enganchan. Nos resultan más fácil cuando proponemos un juego, en el espectáculo que trabajamos con zapatos la idea nuestra es que ese zapato a partir de ahora es Caperucita Roja. Si logramos que el pibe deje de ver un zapato y vea a Caperucita Roja sentimos que ahí hay un triunfo, que es un gol, logramos llevarlo al universo lúdico que estamos proponiendo. Eso es mucho más fácil con los chicos que con los adultos que tienen un poco más de resistencia.
¿Cuál es el horizonte que percibís para el teatro en general y para el teatro de objetos en particular?
Como todas las artes son momentos complicados en todos los países, es muy inestable porque no hay presupuesto. No hemos logrado que se entienda lo esencial que es que la gente vaya a ver un concierto, una película, una obra de teatro, lea un libro. Ante otras necesidades siempre parece como secundario. Argentina no está exenta. Siempre queda como medio retrasado, no sé si es que somos un gremio más pequeño, pero nunca se ha podido dar el salto. Hay otros gremios, los médicos por ejemplo, logran por más que estén retrasados un bono mínimo, menos de esto no se puede cobrar. Con la gente del teatro se nos hace más difícil, tenés que trabajar de otra cosa. Aquí el teatro de objetos no está muy difundido todavía, cada uno va buscando su camino, eso es muy personal. Es una actividad que nunca va a dejar de crecer pese a las situaciones económicas y políticas del país y eso es alentador, porque es un lugar de escape que tenemos todos para sentirnos mejor y poder ayudar a cambiar algo en la sociedad.
El teatro independiente en Argentina es muy importante,¿es así, no?
Pese a la situación real que hay el teatro independiente está siempre a mejor nivel de todo Latinoamérica. Las compañías giran por todos lados, hay escuelas, conservatorios públicos como el que yo estudié que hace formación y se siguen haciendo funciones. Nosotros, por ejemplo, acá en Argentina llevamos muchas funciones en un centro cultural y ampliamos el público que está viniendo al teatro. Hay un público diferente y nuevo.
Guillermo Cerminaro