Cuando pasada poco más de una hora Fantastic Negrito terminó de cantar “Plastic Hamburgers”, quedó en el público que se acercó al Konex la sensación de que era casi suficiente. A veces la brevedad genera un estado de saciedad que tiene que ver con lo necesario. Claro que esa condición se referencia con la felicidad que solo logran pocas cosas como la música.
Faltaba algo más para completar ese “casi”. Un sólo bis: una enorme versión de “Lost in a Crowd”. Ahí si cuando eran las diez de la noche todo estaba terminado y nada más faltaba. O sí: que Fantastic Negrito bajara a saludar y a firmar remeras y discos en una actitud que parece una rareza cuando debiera ser lo habitual.
Tres temas bastaron para para lograr la complicidad que Negrito buscaba con el público: cuando terminó de sonar a “Man with no name”, tal vez la mejor canción de su último disco “White Jesus, Black Problems”, el Konex estaba rendido a sus pies.
Negrito maneja la voz a su antojo, camina y baila en el escenario como en el patio de su casa y sabe cómo ponerse al público en el bolsillo. Está acompañado por una banda ajustadísima en la que se destaca el tecladista Bryan Simmons dueño de una gran ductilidad.
En la música de Fantastic Negrito parece condensarse las mejores tradiciones del blues, el rhythm and blues, el rock and roll y el soul. Está Prince, está James Brown y también Led Zeppelin. Todo con elegancia y estilo: hace lo que ya se hizo, pero de otra forma. Actualiza la tradición y la hace nueva.
Mientras el público volvía a sus casas por las calles del Abasto que supo transitar Luca Prodan probablemente varias sensaciones quedaron en sus cuerpos como experiencias indelebles. Para los que ya lo habían visto en su primer visita la confirmación de que Negrito es un artista de los distintos, que no hace falta la sobreabundancia para demostrar calidad y que, a veces, muy pocas, la música puede ser fantástica.
Mito Mauro