Iron Maiden acaba de publicar Senjutsu, su decimoséptimo álbum que tiene todo lo que se puede esperar de ellos: épica, potencia, melodías clásicas.
A esta altura nadie espera que Maiden pegue un cambio de dirección inesperado, aunque sí resulta inesperado que una banda mantenga el nivel sonoro durante tantos años. Por si fuera poco, suele potenciarse en las actuaciones en vivo. Que a veces se copian a sí mismos es también cierto: es el precio a pagar por repetir algunas fórmulas exitosas.
El álbum, que es doble, además parece ir a contramano de un presente que pide canciones urgentes, breves. La más corta, Days of Future Past, dura poco más de cuatro minutos, pero las tres últimas duran más de diez cada una.
Esto supone una escucha atenta, porque como suele pasar con Maiden hay cambios de ritmo, canciones dentro de las canciones.
En Sensetju, que abre el disco, hay épica. En Stratego, la que le sigue, hay una cabalgata de sonido, como la Dama de Hierro, tiene acostumbrado a sus fans. Y la impronta de esas canciones se prolongará en las ocho que siguen.
El sexteto está intacto: la voz eterna de Dickinson, el tridente demoledor de guitarras, el bajo de Harris , su nivel compositivo y la batería distintiva de Nikco McBrian
Maiden da el presente. Pocas noticias mejores, porque no solo es la permanencia, es la vigencia de un grupo que no ha perdido vitalidad.
Guillermo Cerminaro