Aunque se había publicado originalmente en el álbum John Wesley Harding (1968), recién el 22 de noviembre del 68 se convirtió en single. Poco menos de un mes antes, la historia de esa canción ya había cambiado para siempre. El 25 de octubre de ese mismo año Electric Ladyland salió al mercado: ese mismo día, All Along The Watchtower dejó de ser toda de Dylan y pasó a ser bastante de Hendrix.
“Amo a Dylan” le dijo él a la Rolling Stone en una entrevista realizada en el año 69. Y se nota: a veces (casi siempre) los amores se homenajean en una canción.
Fue el 21 de enero del 68. El manager de Dylan se lo dio al publicista Michael Goldstein y él, a Hendrix. En los Olympic Studios de Londres llegó a sus oídos: el simple giró por primera vez frente a él. Y en esos actos mínimos que cambian la historia conocida, la decisión: entre la epifanía y el cover no hubo ni un segundo de duda.
Esa misma semana se dedicaron a la grabación. Y en esa ida y venida de encuentros fortuitos que eran los sesentas londinenses, Brian Jones se estaba dando una vuelta por ahí: que el baterista toque el piano, entonces. “Lo intentó valientemente durante un par de tomas, pero luego abandonó” comenta Eddie Kramer en el documental At Last … The Beginning: The Making of Electric Ladyland. El resultado: esperable. Las tomas de Jones fueron eliminadas del corte final.
Por eso años, Hendrix estaba obsesionado con su búsqueda y convencido de que nadie la comprendía del todo. De hecho, el bajista Noel Reeding fue corrido de su labor por no cumplir con las expectativas. Dave Mason pasó a ocupar su lugar, al menos en los papeles. En los hechos, Hendrix actuaba como Penélope: tejía de día y destejía de noche. Grababa lo suyo y, cuando todos se habían ido, también re-grababa lo que le correspondía a los demás.
Lo cierto es que su versión del cover de Dylan impactó incluso más que su original. Buscar en Spotify: un ejercicio que no prueba nada, pero dice algo. Para la plataforma de streaming, la recomendación es el cover de Hendrix. Buscar mejor: con todas las palabras claves, siempre, primero, la de Hendrix.
Muchos años después, de hecho, el mismo cantautor norteamericano lo reconocería: “Esa versión realmente me abrumó” le dijo al diario Sun Sentinel en 1995. “Tenía tal talento, encontró cosas nuevas en la canción y las desarrolló increíblemente. Escuchó cosas que otras personas no podrían encontrar allí”. Porque con esa lógica trabajó, en definitiva, todo ese disco, el tercero de The Jimi Hendrix Experience: donde antes no había sonido conocido, encontraron todo.