Si las Kardashians son el hype eterno de la farándula yanquee, entonces en el upside down del mundo moderno, los Caniggia son su equivalente nac & pop. Es que terminó la primera temporada de su reality, Caniggia Libre y el resultado no podía ser distinto: (inter)nacional y popular.

Y en la fantochada de vestirse con Dolce & Gabana, viajar a NY y decorar la casa nueva con todos los caprichitos de la moda, los pibes encuentran una dinámica que explora el absurdo sin temor al ridículo. Porque son autoconscientes: saben que dibujaron una línea entre (lo que ellos llaman) grasa y (lo que ellos llaman) top.

Y de Charlotte se dirá que es inocente, pero no tonta. Y por lo alto se puede reir de Alexander –AKA El Emperador, el más flama de todos-, pero por lo bajo se dirá que no es ningún boludo. Porque allí, en la dinámica de una familia que come caviar y eructa mortadela, ellos han encontrado un hueco un poco más grande, ya no sólo para la intimidad de lo privado, sino para la tv toda. Un hueco para el ridículo, el show barato y autoconsciente.

Porque, ya lo dijo Mariana Nannis en su fugaz aparición durante la season finale: hay que respetar el mal gusto de los demás.