¿Cómo nos conectamos? Señales de humo se hace esta pregunta. Por medio de postales de las cercanías de Amaicha del Valle, la película recorre el territorio tucumano poniendo el foco en la distancia que nos separa del ideal de hiperconectividad que atraviesa nuestros discursos hegemónicos. Por el contrario, asistimos a un paisaje atravesado por la desconexión, por la mala señal. Mientras escuchamos en voz en off conversaciones con las telefónicas para reclamar la mala conectividad o la falta de internet, asistimos a un recorrido de este territorio que se declara distante de las grandes urbes, que funcionan como representantes de la modernidad.
“DONANET: Conectándose al futuro” Dice un cartel que cuelga, medio caído, de un poste. El mismo plano nos presenta a Mario Reyes, quien a medida que avanza el film se va convirtiendo en el protagonista, con quien compartimos sus experiencias cotidianas. Arriero que pasa los días cabalgando, alquilando sus caballos y burros como animales de carga, cocinando, escuchando la radio. El tiempo de este espacio es otro, es un tiempo de la calma, de la paciencia. Este tiempo, lento y preciso, es adoptado por el filme, que absorbe los movimientos tranquilos de sus protagonistas.
Hacia el final del filme, una mateada entre Mario y el ingeniero que tiene la tarea de arreglar los cables de internet pone en escena la pregunta con la que empezamos ¿Cómo nos conectamos? ¿La película es una oposición entre tradición y modernidad? Más bien pareciera un llamado de atención, un comentario al margen acerca de los modos vinculares, de la desesperación por la hiperconectividad que obstaculiza generar esos espacios de encuentro cuerpo-a-cuerpo con lxs otrxs. Justamente, cuando Kopo quiere encontrarse con su amigo a través del celular, hay mala señal y deben recurrir a sus voces, a su mirada, a su cuerpo en el territorio de la búsqueda. Quizás no es tan mala idea ese regreso.
Francisca Pérez Lence